El Patinaje sobre Hielo en sus inicios.
- Jose Arevalo
- 7 dic 2021
- 4 Min. de lectura
Todo libro tiene en sus primeras lineas una narrativa que pretende o procura intrigarte para seguir leyendo la primera página, y de ahí hasta concluir su primer capítulo. Y es así que a través de estas lineas, quiero compartirte y darte un "heads up" de lo que te espera en tu vida como padre de un patinador, al menos lo que nosotros hemos experimentado hasta hoy. Soy un simple novato, un novato de escasos ocho años en este mundo; los ocho años mas intensos de mis cuarenta y tantos
El patinaje sobre hielo como todo deporte, cuando se practica a niveles de alto rendimiento, mantiene un largo, largo camino. Tan largo que cada día surge algo nuevo que ramifica más rutas que recorrer. Pero sin duda la curiosidad por descubrir el final es inevitable, quieres verlo, gozarlo, palparlo, llorarlo y olvidarlo también.
Soy padre de tres espectaculares niños, que nos han obsequiado sin duda alguna, los tesoros más memorables, compuestos de momentos increíbles. Dos niñas "mellizas" o gemelas dicigóticas y un bebe grandote lleno de amor que repartir. Pero no vengo a platicarte mi historia completa, mejor concentrémonos por el momento en él momento ¿cómo comenzó todo? Qué te digo, todo se debe a la curiosa expectativa de mi esposa. No puedo afirmar que sé lo que pasaba por su cabeza, pero sin duda, después de años de casados, sabía que tenía una meta, cuyo resultado ni ella lo conocía, de eso estoy seguro. La expectativa, incorporarnos al patinaje artístico sobre hielo, full time.
Cómo decir que no a la oportunidad de ver a dos "bebes" marchando por el hielo sin siquiera saber si sentirán frio o no. Un 23 de marzo entramos a una plaza comercial en nuestro querido y amado México, donde claro esta que la pista construida en ella no fue hecha para un Grand Prix, Mundiales o un Challenger Series, sino para fines de recreación pública mediante el uso de "focas", "renos" y una que otra andandera, que sirven para facilitar el desplazamiento por el hielo. Claro, ese día mamá venia armada hasta los dientes con camisetas, playeras, sudaderas y chamarras. Parecían dos pequeños esquimales pisando por primera vez el ártico, recorriendo con sus ojos el infinito piso de hielo llenas de asombro. Pero claro, las mellizas no serían arrojadas a su suerte, sino las acompañarían un par de expertas en el manejo del hielo bajo los pies; Zule y Lore. Honor a quien honor merece.
El fino toque de paciencia que mostraron los coaches para pedirle a mis estrellas que marchen por el hielo para hacerles ver que en el hielo también hay gravedad fue increíble. Cómo esperar que dos expertas en el hielo tuvieran tiempo para ilustrar la "ciencia" de marchar en hielo, cuando ellas ya giran, saltan, se deslizan con control, y mis hijas, pues, solo marchaban. Tomaban unos pequeños conos que sirven para señalizar o delimitar espacios como muletas, dibujando figuras en el hielo que solo sus coaches conocían su propósito. Sí, así fue su primer día. Pero qué creen, mi esposa con su espíritu emprendedor dijo: un día más. Y sí, pedimos más clases, dos a la semana, de treinta minutos cada sesión, claro, para cada una. Ufff encontramos la gloria, un deporte, pero no sabíamos realmente a qué nos enfrentábamos.
Transcurriendo los días en el hielo, y dentro de mi había una voz que me decía: "en serio seguirás gastando en esto?" Hago una ligera pausa aquí, el patinaje sobre hielo es un deporte costoso, pero procuraré tocar este tema en otro momento. Continúo hablando hacia mi interior, "tuviste un familiar que patinaba con fervor, y qué ocurrió después...", "realmente quieres esto para tus hijas?", y lo que es aún más importante, "ellas quieren esto?!" Claro que no! Ellas qué van a saber de lo que quieren a los cuatro años, solo saben que tienen necesidades como dormir, jugar y comer. Pero en el mundo del deporte a esa edad, solo inician con voluntad ajena, en nuestro caso, papá y mamá, uno u otro, y claro es que en mi caso fue voluntad de mi esposa. Yo nunca fui un gran deportista, tan solo participaba en algunas disciplinas pero sin constancia, historia distinta a la de mamá quien en sus años teen ejecutaba mortales, squats, flips, y todo esto en la viga, en piso, en barras, en un centro de alto rendimiento. Bendita sea la gimnasia que se atravesó en la vida de ella, o al revés.
Sin temor a equivocarme, debo decir que el deporte en los hijos no nace por gracia de Dios y mucho menos por voluntad de ellos, sino por ese pequeño primer paso que decida tomar mamá, papá o mucho mejor, ambos. No soy ningún experto, pero si algo puedo decir es que la determinación de mamá o papá es de relevante importancia. En el caso de mis hijas, su idea de gozar el hielo era rasparlo para lograr la cantidad necesaria de residuo para formar bolas de hielo que luego pedían a su mamá guardara para llevarlas a casa. Claro esta que en la bolsa de mano de mamá, guardaba además de sus múltiples pertenencias, hielo en proceso de convertirse en estado líquido que lograban mis hijas obtener de la pista. Pero ese deseo de raspar el hielo sin duda fue por la causa-efecto derivada de la determinación de su mamá para explorar esa oportunidad. Yo, no estaba convencido, incrédulo.
Es así que los primeros minutos en el hielo, se han convertido en horas de incansable trabajo de nuestras hijas, que vienen creando una historia de perseverancia y resiliencia que sin lugar a dudas nos han arrancado grandes sonrisas pero más aún, han alimentado un sueño, respecto del cual me gustaría hacer mías las palabras de Eleanor Roosevelt: "El futuro pertenece a aquellos que creen en la belleza de sus sueños".
Sin más por el momento, nos escribimos en el hielo...

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